El tesoro escondido en un campo… Mt 13. 44

Soy la Hermana Kowsalya, nacida en una familia hindú de un pequeño pueblo en el sur de la India. El hinduismo es, por su número, la tercera religión más grande del mundo, con más de 33 millones de fieles. En casa, yo rezaba a diferentes dioses. Pero sentía que mi vida estaba vacía y sin sentido. Buscaba al Dios verdadero. Tenía muchas preguntas sobre estos múltiples dioses, sobre el verdadero Dios, sobre el sentido y la plenitud de mi vida.

 

Estaba confundida y perpleja con estas preguntas y quería saber la verdad. Buscaba el rostro de Dios en ídolos, piedras, pilares, árboles y templos. Busqué el sentido y la plenitud de mi vida en mis éxitos, todo me decepcionaba y a veces lloré. Intenté descubrir al Dios verdadero rezando a diferentes dioses por turno. Descubrí que cuando oraba a Jesús, recibía una respuesta de inmediato y esto me hacía feliz. Sin embargo, no quería renunciar a mi religión y a sus tradiciones. Discutía con los cristianos para demostrarles que los otros dioses son también verdaderos, reales y poderosos.

 

Recibí mi educación en escuelas cristianas. Me inspiré en la vida de quien luchó por la libertad en la India, Mahatma Gandhi; él había sido fuertemente influenciado por el Sermón del Monte, de Jesús, y lo convirtió en su regla de vida. Quería saber qué es lo que dice la Biblia acerca de Dios y Dios me habló a través de su Palabra. Fue asombroso conocer el amor de Dios hasta el terrible sacrificio. Me di cuenta de que la Biblia es la Palabra de Dios. Dios vino del cielo
a la tierra para salvarnos. Jesucristo murió, cargando con nuestros pecados para reconciliarnos con Dios. Creí en este inmenso amor de Dios, lo que me llevó a entregarme por completo a Él y a hacerme religiosa.

 

Mis padres y familiares no estaban nada contentos con mi cambio de opinión ni con mi decisión de abrazar otra religión; se oponían y no me permitían entrar en la vida religiosa. Pedí al Señor una señal para discernir su voluntad en este asunto y que esta señal fuera el acuerdo de todos los miembros de mi familia. La situación se volvió tensa, pero Dios encontró un camino donde no lo había. A pesar de su desaprobación, mis padres y hermanos me dejaron entrar en la vida religiosa, comprendiendo que era una llamada de Dios.

 

La familia de Lidwin, hermana FMM de la provincia de Ooty, era bien conocida por mi padre. Con ella como contacto, me uní a las FMM en Ooty y realicé un año de preparación para la fe católica y luego recibí los sacramentos del Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación. Desde entonces, Jesús, la Palabra de Dios, se ha convertido en la fuente de mi fuerza en todas las situaciones de mi vida.

 

Doy gracias al Señor por haberme conducido a la familia de las FMM. La vida de la Beata María de la Pasión y la de la Beata María Asunta son una inspiración para llevar una vida santa y mantenerla centrada en Dios. Tuve la gracia de una experiencia misionera en Filipinas. Me ayudó a entrar más profundamente en el amor de Dios y a crecer en la experiencia de la fe.

 

Ahora, como educadora en una escuela de Chennai, estoy feliz de servir a los estudiantes que aún no conocen a Cristo.  Considero una bendición poder llevarles el Evangelio. Mi deseo es «correr la carrera hasta el final», llevando la luz, el Carisma que se me ha confiado.
Creo que «el que comenzó esta excelente obra en vosotros (en mí) seguirá haciéndola hasta el día de Jesucristo» (Fil 1,6)

 

Mary Kowsalya, FMM

Provincia de Chennai, India