Compartiendo amor con las personas sin hogar

Estos cinco años últimos, aquí, en Monreal, en nuestra parroquia San Francisco de Asís (en Park Extension) el grupo de Jóvenes Adultos Franciscanos ha organizado el programa “Compartir amor con las personas sin hogar”

Una vez al mes, el sábado, preparan sandwichs y otras cosas buenas y se las distribuyen a la gente sin techo. Es una actividad muy bonita que compromete a nuestros generosos bienhechores y a nuestros entregados voluntarios.

Desgraciadamente la pandemia del covid 19 ha perturbado todas nuestras actividades. Hemos tenido que parar el programa por temor a contraer o a transmitir el virus.

No obstante, en el mes de diciembre, al llegar las fiestas de Navidad, nosotras y nuestros jóvenes, no podíamos seguir esperando el fin de la pandemia para retomar la actividad. Hemos decidido afrontar los desafíos de la situación con fe y valor.

Los jóvenes adultos han compartido el espíritu de la Navidad organizando comidas y regalos de Navidad para las personas sin hogar. Las bolsas-regalo estaban llenas de sandwichs, huevos duros, chocolate, chips, zumos de fruta y mandarinas y también de regalos: calcetines calentitos, guantes, mascarillas, bufandas, preparados con amor y entusiasmo. He percibido que nosotros, 11 voluntarios de ocho nacionalidades, éramos una comunidad de discípulos misioneros “un solo corazón y una sola alma”, trabajando juntos por la misma misión: manifestar la compasión de Dios a nuestros hermanos y hermanas más pobres.

Hemos tenido que reorganizar nuestro plan de distribución y ser prudentes, siguiendo las medidas de seguridad necesarias. Nos hemos repartido en dos grupos, hemos buscado a las personas sin hogar y compartido nuestros regalos con amor y alegría. Durante esta distribución la conversación, naturalmente ha ocupado su lugar, teniendo en cuenta, desde luego, la distancia de seguridad. “No se trataba solo de dar alimentos, sino de encontrarnos con cada uno, de compartir nuestros deseos y de hablar juntos”

Un hombre estaba tan contento de recibir su paquete regalo, que no paraba de mirar dentro para ver lo que había. Otro, sentado delante de una vivienda comenzó a llorar e hizo el signo de la Cruz cundo recibió esta sorpresa de Navidad. Nos dijo: “He cometido tantos errores en mi vida y ahora ya no voy a Misa… pero no soy una mala persona… Gracias, gracias…” Estas palabras hicieron que se nos saltaran las lágrimas. Estos encuentros nos han impactado profundamente, porque hemos sentido a Dios verdaderamente presente entre nosotros.

Además, nos hemos encontrado con un amplio grupo de personas en la calle (algunos eran esquimales). Desgraciadamente no teníamos suficientes paquetes para todos.

Despues de haber distribuido todas las comidas volvimos a la sala parroquial para compartir la experiencia, y lo que más nos había impresionado. Nos sentíamos felices de que incluso esta pandemia no habría podido impedirnos compartir nuestro afecto con las personas sin hogar. Este pequeño gesto de amor y de compasión nos ha ayudado a vivir más plenamente el “sentido de pertenencia a una sola familia humana” (Fratelli Tutti 30) ¡Recordemos siempre esto!

“Hemos recibido la vida gratuitamente, no hemos pagado nada por ello. En consecuencia, todos somos capaces de dar gratuitamente, sin esperar nada de vuelta, de hacer el bien a los demás sin pedir que ellos, a su vez, nos traten bien” (Fratelli Tutti 140)

 

Hermana Marianna Jung, fmm