«El inmigrante que resida contigo será como un compatriota tuyo, y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes mismos fueron inmigrantes en la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios» (Lv 19, 34). Frente a la realidad de la movilidad humana, es urgente crecer en solidaridad. Por eso, en nuestra provincia, hemos fortalecido nuestra atención hacia los migrantes y refugiados. Durante más de un siglo, la inmigración ha sido un medio para apoyar el crecimiento demográfico y la diversidad económica y cultural en todo Canadá. Millones de personas de todo el mundo han elegido vivir en este país y hacerlo su nueva patria.
Canadá siempre ha sido un país acogedor, respetuoso y solidario con los inmigrantes, refugiados y exiliados, lo que significa que cada vez más personas vienen de diferentes partes del mundo. La población canadiense es sensible y consciente de las necesidades de las personas que llegan al país, especialmente durante el período de integración. La estructura política y social del país brinda apoyo a los refugiados y exiliados en términos de salud y educación, y colabora con diversas instituciones sin fines de lucro que trabajan en favor de estas personas. Entre ellas se encuentran los bancos de alimentos que existen en las diferentes provincias del país.
En la provincia de Quebec, en Montreal, algunas hermanas colaboran semanalmente en la distribución de alimentos como carne, huevos, queso, verduras, leche, pan, etc., provenientes de diversas donaciones y campañas de solidaridad a gran escala, recuperación de excedentes de supermercados y compras para complementar; estos alimentos se entregan regularmente a personas y familias de bajos ingresos que lo solicitan.
«Racine croisée» es una organización sin fines de lucro creada para combatir la precariedad y la exclusión social de las personas, brindándoles ayuda directa en alimentos y equipándolas de manera efectiva en el proceso de integración. Es allí donde sirvo como voluntaria; este tiempo compartido con inmigrantes y refugiados es una experiencia muy valiosa para mí, ya que me permite conocer la realidad y las dificultades que enfrentan las personas de diferentes lugares.
Cuando contemplo sus rostros y miradas, cuando se acercan a mí para recibir estas donaciones de alimentos, descubro una forma diferente de encontrarnos que genera una conexión de sentimientos y crea lazos sensibles y fraternos, haciéndome más amable, acogedora, paciente y solidaria.
Otro aspecto distinto y profundo es el compartir con las personas que se ofrecen como voluntarias para la entrega de alimentos. Es allí donde construimos espacios de intercambio que generan un mayor conocimiento mutuo en diferentes niveles, lo que es de gran ayuda para comprender la realidad que vivimos en este país. «No les he hablado de actos brillantes de actividad misionera, sino de actos simples que responden a los signos de Dios: acogida, esfuerzos, interés en las personas desplazadas, apertura a los medios que se presentan en los contactos o en las obras para ayudarles. Nuestra acción será tal vez diferente en sus modalidades, pero será eficaz si, como la de nuestra Fundadora, es una escucha atenta de los signos de Dios en la simplicidad de la vida diaria, una disposición a responder a sus llamadas en la alegría de la entrega de uno mismo» (Anne Marie Foujols, fmm).
«Esta caridad perseverante que los inmigrantes, los refugiados (los pobres) necesitan es para nosotros una gran imagen que testimonia a Nuestro Señor. Cualquier cosa que hagamos, Él nunca nos abandona a pesar de nuestra miseria; Él nos guía, nos conduce y nos brinda las gracias que necesitamos. Imitémoslo en su paciencia y misericordia» (JO, 330). Me siento muy enriquecida por tener la oportunidad de servir como inmigrante entre inmigrantes y refugiados en Canadá.
Mercedes Núñez, fmm