[block_title inner_style_title=»two_titles» title=»11 de agosto» subtitle=»fiesta de Santa Clara de Asís, discípula excepcional de Francisco de Asís»][/block_title]

El 11 de agosto de cada año, el Instituto de las Franciscanas Misioneras de María se une a la Orden Franciscana para celebrar la fiesta de Santa Clara de Asís, la primera profesa de la Orden Seráfica. Hija muy querida de nuestro Padre San Francisco, Clara es una maestra y una amante  de la contemplación. Pasó la mayor parte de su vida contemplando el Crucifijo que habló con Francisco en la iglesia de San Damián, colaborando de esta manera, con sus hermanas, en la construcción de la iglesia.

  • ¿Quién era Santa Clara?

Clara nació en Asís en 1193, en una casa de la plaza de San Rufino, que había pertenecido durante mucho tiempo a una familia muy distinguida.   Su padre era un noble perteneciente a la clase aristocrática. Su madre, Ortolana, se ocupaba de su familia, pero no obstante encontraba  tiempo para consagrarse  lo mejor que podía al culto divino, y a menudo hacía obras de caridad.

Muy impresionada por la conversión de Francisco, Clara rechazó al principio la propuesta de matrimonio que le hicieron sus padres. Ansiaba ver a Francisco, hablar con él y oírle predicar en la Basílica de San Rufino. Lo visitaba a menudo; él le animaba a dar la espalda al mundo, inculcándole la dulzura de pertenecer a Jesucristo (Vida de Santa Clara de Tomás de Celano, par. 5, 6). Desde entonces, confió en el criterio de Francisco, eligiéndolo guía del camino que debía seguir.

 Al  poco tiempo, muchas jóvenes, atraídas por el ejemplo y la vida pobre y austera de Clara, se unieron a ella y al pequeño grupo de «Damas Pobres de San Damián» que crecía a su alrededor. Como fundadora de la Segunda Orden Franciscana, Clara escribió y luchó durante más de cuarenta años para que su Regla fuera aprobada por la Iglesia, lo que consiguió el 9 de agosto de 1253. Dos días más tarde, el 11 de agosto de 1253, Clara murió en paz, siendo sus últimas palabras de confianza y agradecimiento a Dios:

 «Me voy segura, porque tenéis un buen guía para el viaje; id, porque el que os creó también os santificó; él  os ha guardado y custodiado en su tierno amor, como una madre ama a su hijo. ¡Bendito seas, mi Señor, Tú  que me creaste!” (Celano, Vida de Clara,46)

El Papa Alejandro IV canonizó a Clara el 26 de septiembre de 1255, dos años después de su muerte. El Papa Pío XII la proclamó patrona de la televisión el 14 de febrero de 1958.

  • Francisco y Clara

Si Francisco era hijo de un hombre rico, Clara era hija de un noble. Era once años más joven que Francisco.   En la Edad Media no se fomentaba mucho la educación formal.   Por lo tanto, como cualquier otra mujer de su tiempo, Clara tuvo una vida muy apartada y protegida. Lo contrario de Francisco, que tuvo una juventud muy disipada, Clara tuvo una juventud muy piadosa. Verdaderamente podemos que sólo el amor y la búsqueda de Cristo fue lo que acercó el uno al otro; es la misma vocación evangélica lo que los unió.

 Francisco y Clara: dos seres que se encontraron en Cristo, que se ayudaron mutuamente a caminar hacia Él, enamorados del mismo amor, de un mismo camino evangélico.

  • ¿Quién era François para Claire?

Es imposible hablar de Clara sin hablar también de Francisco.

Casi podemos tocar el papel primordial de San Francisco en la vida de Santa Clara y sus hermanas, las primeras Damas Pobres de San Damián, tal como lo expresa Celano, su primer biógrafo:

«Padre, ¿qué será de nosotras?… ¿Cómo sabremos qué hacer ahora, relegadas aquí, privadas de tus acostumbradas visitas? Contigo desaparece todo consuelo para nosotras, sin esperanza de encontrar a otro como tú, ¡Nosotras que estamos enterradas para  el mundo!

¿Quién sino tú puede aprovisionarnos lo necesario, oh, padre de los pobres, amante de la pobreza? ¿Quién nos socorrerá en nuestras pruebas, sino tú, que has sabido soportarlas, y desenmascarar  tantas? ¿Quién nos consolará en la tribulación sino tú, nuestro consuelo en tantas que nos  han hecho sufrir? » (1Cel. 117)

Se dice que Francisco fue para Clara «su consuelo y su maestro, quien primero  la  estableció en la gracia de Dios». (SP, 108)

Para Clara, Francisco siempre será y seguirá siendo: el Profeta, el Embajador, el Fundador, el Padre, el Maestro, el Guía, el ejemplo, el jardinero.

a) Profeta:

En su Testamento, Clara nos recuerda la profecía de Francisco, una profecía que la marcó profundamente, y que la influyó inmensamente, porque vio en Francisco el medio por el que recibió de Dios el anuncio de su vocación.

 «Él (Dios) se ha dignado, a través de su santo, a hablarnos de nuestra vocación». (Test.9 a 17).

b) Fundador y Padre:

Desde las primeras palabras de la Forma de Vida, Clara subraya este doble y único papel de Francisco; ella misma se retira a un segundo plano: «La Forma de Vida de la Orden de las Hermanas Pobres que el Beato Francisco ha establecido es ésta…» (RCL. 1)

Para Clara es importante subrayar el hecho de que fue Francisco quien fundó la Orden: «El Señor nos ha dado como fundador a nuestro beatísimo Padre Francisco…» (Test. 48). (Prueba. 48). Francisco fundó la Orden; la Regla fue aprobada; la Orden de las hermanas pobres, por tanto, tiene derecho a existir. Es la segunda orden de la familia franciscana, integrada en el conjunto.

c) Si Francisco es el maestro y el guía de Clara, podemos considerar realmente a Clara como la discípula excepcional de Francisco. No fue Francisco quien escribió la Forma de Vida para las Damas Pobres de San Damián, aunque Clara nos lo diga (Test, 33); fue la propia Clara quien escribió la Forma de Vida, la primera Regla escrita por una mujer, para mujeres, y lo hizo como discípula responsable y libre de Francisco.

d) Francisco era para Clara el jardinero; por eso, ella se refiere a sí misma varias veces como «su plantita».

Clara tenía un gran amor por la presencia eucarística de Jesús. Como ejemplo de verdadera devoción a Jesús en la Eucaristía, encontramos en ella uno de los primeros modelos de nuestra especial vocación, la de los «adoradoras»: en septiembre de 1240 salvó a sus hermanas y a la ciudad de Asís de las manos de los sarracenos, gracias a su fe y a su poderosa oración ante la presencia eucarística. Clara no tuvo miedo del enemigo: pidió que la Santa Reserva fuera trasladada al refectorio, rezó intensamente ante ella y derrotó al enemigo con el poder de la presencia eucarística (Celano, Vida de Santa Clara, cap. 21-22).

  • Exhortación de María de la Pasión María de la Pasión

María de la Pasión había probado la vida de las Clarisas de Nantes al principio de su vida religiosa, una vida de pobreza vivida con gran generosidad y alegría en la ofrenda total de sí misma por y como Cristo. Como fundadora del Instituto de las Franciscanas Misioneras de María, consideraba a Santa Clara como la patrona especial de las hermanas profesas del Instituto. A ella, a Clara, confiamos la fidelidad de todas las hermanas profesas de nuestro Instituto.

En la meditación de la fiesta de Santa Clara, María de la Pasión nos exhorta:

 «Adoradoras del Santísimo Sacramento, aprendemos de Santa Clara a comprender el poder del tesoro de nuestras casas. Porque, si queremos como ella, vencer al demonio, más terrible aún que los sarracenos, y triunfar sobre él, incluso de la muerte, que nuestra vida sea de continua unión con Jesús en la Eucaristía, divino y fiel guardián de las vírgenes» (MD, 506, Fiesta de Santa Clara)

Continúa María de la Pasión:

«Lo que la seráfica Virgen hizo en Asís, que bajo su patrocinio lo hagan las franciscanas misioneras de María en todo el mundo, uniéndose a Jesús, el Pan de los fuertes, y misionando  a su Madre Inmaculada» (CT/1, 106).

Como signo de respeto y amor a las clarisas, en su fiesta, María de la Pasión nos invita a enviar un pequeño regalo u ofrenda a las clarisas que vivan cerca de nuestro convento, y si no hay clarisas cerca, ofrezcamos una comida a una joven pobre (CT/1: Directorio de la fiesta de Santa Clara)

  • Oración:

Dios altísimo y glorioso, que el ejemplo de Clara de Asís nos inspire a amarte con todo nuestro corazón y a buscar tu voluntad en todos los acontecimientos de nuestra vida. Que su pobreza serena nos recuerde quiénes somos y quien eres Tú, para que podamos abandonar nuestras vidas en Ti con una confianza total. Te lo pedimos por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén