[block_title inner_style_title=»only_text»]

17 de septiembre

Los estigmas de nuestro Padre San Francisco

[/block_title]

Cada año, el 17 de septiembre, la Familia Franciscana celebra la fiesta de los Estigmas de San Francisco, recordando las marcas y la manifestación de las heridas de la Pasión de Jesús en el cuerpo de San Francisco. Todos sabemos la gran devoción y el amor que Francisco tenía en su corazón por la Pasión de Cristo; las muchas horas que pasaba contemplando el inmenso y misericordioso amor de Cristo que, por amor a nosotros, aceptó vivir y morir en extrema pobreza para redimirnos. Las montañas fueron siempre sus lugares preferidos de oración, lejos del ruido de la ciudad, a solas, contemplando «El amor no es amado» durante horas y días.

– Breve historia del Monte Alverna (La Verna)

El Monte Alverna es un promontorio que forma parte de los Apeninos. La parte más alta alcanza los 1.283 metros de altura, pero el santuario está situado a 1.128 metros. La historia del Alverna se remonta al siglo XIII. A principios del siglo XIII, esta montaña pertenecía al conde Orlando de Chiusi del Casentino. El Conde Orlando lo había heredado de sus antepasados. Era el dueño de toda la zona. Pero es más conocido en la historia por su amistad con Francisco que por sus hazañas militares y políticas.

– La amistad del Conde Orlando con Francisco y sus hermanos

La amistad entre estas dos personas comenzó por un hecho concreto.  Se celebraba una fiesta en el castillo de San León de Montefeltro en honor de un nuevo caballero. La predicación y el ejemplo de Francisco atrajeron la atención del conde Orlando hasta tal punto que, tras una conversación con San Francisco, el conde le ofreció el monte «Alverne». Esta fiesta se celebró el 8 de mayo de 1213, fecha que marca el inicio de la historia de la montaña, así como la amistad entre el Conde, Francisco y sus hermanos.

– Breve descripción del Monte Verna

El Monte Alverna fue regalado a San Francisco en 1213 por el Conde Orlando. El Conde describió la montaña como un lugar perfecto e ideal para la contemplación en plena naturaleza.

(…) «El monte Alverne está realmente aislado y salvaje y es perfecto para quienes quieran hacer penitencia en un lugar aislado o para quienes quieran vivir en soledad. Si lo desea, se lo daré a usted y a tus seguidores por la salvación de mi alma”.

 En la montaña se estableció una ermita que se convirtió en el lugar preferido de Francisco y sus seguidores para pasar largos periodos de meditación y oración. Francisco subió por primera vez a la montaña en 1214 y volvió al Alverna al menos cuatro o cinco veces: en 1215, 1216, 1217, 1221 y 1224. La última estancia de Francisco en el Monte Alverna fue en 1224, cuando ya estaba cansado y enfermo. Esta última estancia fue probablemente la más larga de Francisco en la montaña, y la más memorable, pues fue entonces cuando recibió los estigmas el 17 de septiembre de 1224.

– San Francisco recibe los estigmas: significado

Absorto en la oración, Francisco pidió a Dios que le permitiera participar, desde lo más profundo de su corazón, en la Pasión de Cristo, misterio de amor y dolor. El Señor escuchó sus palabras y se le apareció bajo la apariencia de un serafín crucificado que le regaló los sellos de la Pasión. Francisco se convirtió en una imagen visible y concreta de Cristo, no sólo en su corazón, su espíritu  y su alma, sino también en su cuerpo exterior. Francisco llevó este don de los estigmas hasta su muerte dos años después.

Francisco no sólo quería  imitar a Jesús, quería  vivir a Jesús, algo que  está muy bien expresado en las palabras de San Pablo: «Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí». Esto ocurrió en el Monte Alverna en el verano de 1224.

Francisco quiso experimentar para manifestarlo con todo su ser, cuerpo, alma, corazón y voluntad, ese amor infinito de Dios que llevó a Cristo a asumir nuestra fragilidad humana. Dios cumplió el deseo de Francisco imprimiendo en su cuerpo las heridas de Cristo crucificado y haciéndole experimentar su inmenso amor por el mundo entero.

Probablemente no se nos de tener las heridas de la Cruz en nuestros cuerpos, pero si lo deseamos, siempre podremos tener la pasión del amor que hará arder nuestros corazones por Dios y por nuestros hermanos, especialmente los que sufren. Hoy, por intercesión de San Francisco, pidamos al Señor que nos conceda esta gracia.

-María de la Pasión visita el Monte Alverna

Rasgos de la peregrinación de María de la Pasión al Monte Alverna, 24 de junio de 1901.

En junio de 1901, la Madre Fundadora, acompañada por la Madre de la Redención y la Madre Marie Jehanne, fueron  al Monte Alverna para ofrecer el Instituto de  las Mártires a San Francisco y venerar el lugar donde recibió los estigmas. En el sexagésimo aniversario de la fundación del Instituto, “Mére” renovó este acto de nuestra venerada Fundadora… (crónica Intima 1937, N° 9, pp. 181-182).

Antes de abandonar el Monte Alverna, donde los Hermanos Menores la habían recibido con una amabilidad y cordialidad verdaderamente fraternas, le entregaron el libro del peregrino en el que escribió:

Oh, Padre mío San Francisco, vengo a ofrecerte todo el Instituto de las FMM, pasado, presente y futuro. Mis manos no están del todo vacías porque siete de vuestras Franciscanas Misioneras de María derramaron su sangre por la fe de Cristo en Tai-yuan.fu.

Por los méritos de la Preciosa Sangre de Jesús, por la sangre de tus estigmas y la de todos los mártires, bendícenos y vela por nosotras siempre. Amén. (Verna, Fiesta de San Juan Bautista, 24 de junio de 1901)

– Exhortación y gracia para pedir

En el Directorio de la fiesta de hoy, María de la Pasión nos exhorta a pedir la gracia de que “la Pasión del Divino Maestro se imprima en nuestros corazones como en el cuerpo de nuestro Padre». Pidamos (también) el amor al sufrimiento, que debe ser el pan de cotidiano  de una verdadera franciscana misionera de María.

Para ayudarnos a seguir este camino real de la cruz, recordemos que «en la cruz está la salvación y la vida, y que la fecundidad del Instituto será proporcional a su unión con la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y a los estigmas de nuestro Seráfico Padre». (CT/1, 113)

Y en las Meditaciones Litúrgicas, María de la Pasión añade:

«Es contemplando el misterio del Alverna, nuevo Calvario, como comprenderemos en toda su extensión la gracia de la vocación seráfica; basada en la pobreza, nos une a Jesús desde Belén, y nos entrega al Amor para despojarnos, crucificarnos, transformarnos en Nuestro Señor, si no es por el martirio del cuerpo, al menos por el fuego del amor, a semejanza del Salvador crucificado.» (MD, 566)