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21 de Mayo

aniversario del nacimiento de Hélène de CHAPPOTIN

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Un poco de historia

Hélène de CHAPPOTIN nació el 21 de mayo de 1839 en Nantes, importante puerto comercial, sobre todo con las Antillas, en donde aún vivía parte de su familia paterna.
Era el martes de Pentecostés de ese año.
Al llegar a casa de sus padres, la última de siete hijos (dos de los cuales ya habían fallecido siendo niños), fue recibida con gran alegría en aquel gran hogar: sus padres y un tío y una tía por parte de su madre con sus seis hijos vivían en armonía en la misma casa, en invierno en la ciudad de Nantes y durante el buen tiempo en el campo en la propiedad familiar de Le Fort. Sabemos que, al ser la más pequeña, se complacía en atraer la atención de todos…
Hélène, rodeada de afecto, siempre recordará la alegría y el ambiente animado de su primera infancia. Más tarde escribiría: «el viejo y querido FORT, una de las más vivas ternuras de mi pasado».
Fue bautizada al día siguiente, el 22 de mayo.
En casa, era su madre la que asumía toda la responsabilidad de la educación humana y de la formación religiosa, mientras que su tía Aurélie se encargaba de la educación escolar… ¡porque las niñas no iban a la escuela, pero las normas de la jornada eran estrictas y se respetaban!
Este periodo algo «maravilloso» duró unos diez años, hasta que la familia Chappotin se trasladó a Vannes. Allí, Hélène experimentó una cierta soledad, ¡lejos del animado grupo de 10 primos y primas!

¡La niña nacida en el mes de María!

Marie de la Pasión relató un hecho sorprendente de su estancia en Vannes. Tenía unos 10 años, escribió, cuando tuvo una repentina inspiración durante un paseo por los muelles de la ciudad: «El 21 de mayo sonó el Ángelus, y completamente sola me arrodillé bajo los grandes árboles, diciendo al cielo que era la niña nacida en el mes de María y que debía ser guardada y bendecida. “Ante este recuerdo todavía siento mi alma en contacto con Dios.” (de su «Relato Confidencial» al Padre Rafael, 1882, citado en la Primera Biografía de María de la Pasión)

Parece que descuidó este delicado toque del cielo durante varios años. Y sin embargo, poco a poco aprendió a leer de nuevo, como una gracia que no debe perderse, los grandes acontecimientos que habían tenido lugar al comienzo de su vida cristiana, tales como como su nacimiento, en el mes de mayo, el «mes de María»: su bautismo, por supuesto (1839), su primera comunión y confirmación (el mismo día, en 1850, en la fiesta del Santísimo Sacramento)

Cuando entró en las Hermanas de María Reparadora (1864), una congregación con un fuerte carisma mariano se dio cuenta de que hasta entonces no había respondido con un amor suficientemente grande a la Santísima Virgen que la había custodiado y bendecido. Durante el gran retiro de 30 días que la preparó para sus primeros votos, rezó en la sencillez de su corazón, para crecer en este amor. Por armonía divina, realizó su consagración el 3 de mayo (1866), en Tuticorin, India. Y más tarde testificaría que se le había concedido más de lo que pedía: «Como hija privilegiada de María, puso todos mis cumpleaños en su mes, aunque yo no encontraba en mí la devoción a María que quería. (…) Creo que Dios me escuchó y que el día de mis [primeros] votos el amor de mi Madre Inmaculada se grabó en mi alma para siempre.»(extracto de su «Relato Confidencial» al Padre Raphael, 1882)

Dios siempre da más de lo que podemos pedir o incluso concebir, dice San Pablo (cf. Ef 3,20). Algo así ocurrió. Despertando en Hélène una sencilla alegría por haber nacido bajo el signo de María, la llevará imperceptiblemente a aprender de la Madre de Jesús cómo realizar su particular llamada a seguir a Cristo, a este Jesús Crucificado que ya había hablado a su corazón desde el brevísimo tiempo que pasó con las Clarisas de Nantes (1860-61). A partir de ahora, sería con María con quien aprendería a permanecer a la sombra del Espíritu,

A responder «aquí estoy» para colaborar en el plan del Padre,
A saber quién es Jesús, el Salvador,
A acompañarle en su misión hasta la cruz, hasta el extremo de la entrega.

El nombre religioso que recibió al tomar el hábito (María de la Pasión) fue como el «programa» de este viaje. Expresa externamente el nombre que había escuchado internamente en las Clarisas, sin haberlo entendido en ese momento: «María Víctima de Jesús, y de Jesús crucificado«.

¡Pero este no es el final de la singular historia de esta niña nacida en mayo!

A través de acontecimientos dolorosos, ella (que nunca había imaginado ser fundadora) sería llevada a compartir con otros esta vocación, en el corazón de la Iglesia en misión: una forma muy mariana, humilde y oculta, amorosa, de dar testimonio de Cristo vivo, y de colaborar en la llegada de su Reino.

Del «sí» fiel de María de la Pasión, nacieron las misioneras de María. Y San Francisco las adoptó bajo su manto…
Nuestro carisma se vive en la actitud fundamental
del Ecce y del Fiat de María:
Quien ofreció todo su ser
en completa disponibilidad de amor,
en la fe y el servicio humilde,
para que el Espíritu realizase en ella
la obra del Padre.

Al fin y al cabo, ¿No somos todas nosotras, FMM, de alguna manera, nacidas también en el mes de María?

Demos gracias en estos dos días, en el aniversario del nacimiento a la vida (21 de mayo) y en el del nacimiento a la vida de Dios (22 de mayo) de nuestra fundadora,
Y recemos: pidamos al Señor, con sencillez, por la intercesión de María de la Pasión,

que crezca en nosotros el amor a su Madre Inmaculada.