Manifestaciones del rostro del Amor de Dios en el mundo de hoy

El mundo actual nos “impone” varios retos que requieren nuestro compromiso con los cambios que urgen. Sin ellos, la vida en la Tierra, tal como la conocemos hoy, corre graves riesgos. Entre los muchos retos, el cambio climático es sin duda una realidad que exige nuestra implicación. Este es un tema que me interesa desde hace mucho tiempo y que hizo cambiar algunos de mis hábitos. Intento, en la medida de lo posible, compartirlo con los demás. Fue en este sentido que la Hermana Conceição Fontes, FMM, directora de una Institución educativa donde trabajan algunas de nuestras Hermanas, aunque no sea nuestra, me invitó a una sesión de formación para todo el personal de la Institución, al inicio del año escolar 21/22, con vistas a la elaboración del Proyecto a trabajar durante el año con los niños. Acepté con gusto. “Nuestra Casa Común” fue el tema elegido, en continuidad con todo el trabajo que ya habían realizado sobre Laudato Si. El comienzo del documento fue el punto de partida de mi presentación: «nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos» (LS 1). La Casa Común es nuestra responsabilidad, pero la hemos maltratado y herido. El modelo económico actual, que fomenta el consumismo desenfrenado, alimentado por un extractivismo sin medida, deja un rastro de muerte. Nuestra Casa Común reacciona ante las agresiones que sufre. Ahí están las catástrofes naturales, la grave sequía que hoy adquiere proporciones alarmantes….

La agenda política de los gobernantes ha comenzado a incluir la transición energética, presentada como una solución para la descarbonización, con vistas a la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. En contra de lo que se nos hace creer, éste no es el camino del desarrollo sostenible, comprometido con la salvaguarda de la creación, pues sabemos que requiere la continuación del actual modelo, cambiando sólo las materias primas utilizadas para los mismos fines. Para que nos hagamos una idea, si se mantiene el ritmo de crecimiento actual, la cantidad de cobre que se necesitará en los próximos 30 años será igual a la consumida por la humanidad hasta ahora. No hay “energías limpias”. Además, las industrias agroalimentaria y textil contribuyen en gran medida a la degradación de nuestra Casa Común y son responsables en gran medida por el agotamiento de los recursos hídricos del planeta. La única respuesta a este escenario catastrófico es un cambio de mentalidad, un nuevo paradigma donde la exploración ilimitada da paso al cuidado de nuestra Casa Común. Sólo un cambio en nuestros hábitos de consumo detendrá la escalada destructiva. Estas fueron las convicciones que traté de transmitir a mis oyentes.

Otra forma no menos devastadora de destruir nuestra Casa Común es la guerra. Ambas están en el origen del gran flujo migratorio al que asistimos hoy. Muchos de estos migrantes forzados son refugiados. Este es otro gran reto para nosotras FMM. Portugal ha acogido a un importante número de personas procedentes de Afganistán y Ucrania, dos países asolados por conflictos armados. Nuestra Provincia ha respondido a las solicitaciones de diversas instituciones. En enero de este año, a pedido del JRS (Servicio Jesuita a los Refugiados), acogimos en un piso nuestro deshabitado a una familia afgana de 5 miembros, la madre y sus 4 hijos, la pequeña con 16 años y la mayor con 29. Hago parte del equipo que acompaña a la familia Erfani en su proceso de integración en nuestro país. Es un proceso difícil, las heridas del pasado reciente son muchas; las diferencias culturales, enormes; las barreras lingüísticas, especialmente para la madre que sólo habla su lengua materna, tampoco lo hacen fácil. De hecho, «cuando el prójimo es una persona migrante se agregan desafíos complejos. […] Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar» (FT 129). Tratar de aliviar el sufrimiento de estas personas y ver cómo luchan por construir un nuevo proyecto de vida es una experiencia muy enriquecedora para mí. En nuestra reciente Asamblea Capitular, Mahdiya, una de las hijas, compartió con nosotras su realidad como refugiada. Fue conmovedor. Es imposible permanecer indiferente ante este drama. Siempre en colaboración con otros, parroquias y municipios, también hemos acogido refugiados ucranianos en nuestras casas. Ante los pedidos que se iban sucediendo, nuestra respuesta no podía ser otra. En todo y siempre, queremos «manifestar el rostro del Amor de Dios en el mundo de hoy».

Sara Renca, fmm