4 DE OCTUBRE – San Francisco de Asís

Patrón de toda la familia franciscana y patrón de la ecología

 

Un poco de historia 

Francisco nació en Asís hacia 1181/82 y murió en Santa Maria de los Angeles, el 3 de octubre de 1226. Fue bautizado con el nombre de Juan, pero su padre, Pietro di Bernardone, comerciante de telas entre Francia e Italia, lo llamó Francisco. A los 20 años entró en combate, pero fue hecho prisionero durante todo un año. Una vez libre, empezó a optar por el silencio y la soledad, abandonando el centro de la ciudad y explorando la abandonada campiña de Asís. Buscaba un tesoro, pero aún estaba bien escondido.

Emprendió una expedición a Apulia. Partió, recorrió una corta distancia hasta Spoleto, y su aventura tropezó con un sueño. ¿A quién servir: al amo o al siervo? Regresó a Asís. Un día, al entrar en una pequeña iglesia en ruinas, San Damián, oyó la voz del Crucifijo que le decía: «Francisco, ve a reparar mi casa». Pero Dios no necesitaba albañiles, porque su casa estaba hecha de personas. Los pobres y los leprosos se convirtieron en su compañía favorita, y a ellos dedicó toda la atención y el dinero del taller de su padre.

Tras un breve periodo de vida solitaria, los primeros discípulos se reunieron a su alrededor y se formó la primera fraternidad, que fijó su residencia en el Tugurio de Rivotorto. Francisco redactó una regla de vida y, con sus once compañeros, se dirigió a Roma para someterla a la Santa Sede. Tras un breve periodo de vida solitaria, los primeros discípulos se reunieron, Francisco redactó una regla de vida y, con sus once compañeros, viajó a Roma para someterla al pontífice Inocencio III, que la aprobó oralmente. En 1212, la «fraternidad», que había crecido considerablemente, se trasladó a la Porciúncula, no lejos de Asís.

Impulsado por el deseo de dar testimonio de su fe a todo el mundo, Francisco viajó a Egipto en 1219, donde obtuvo permiso del sultán Malek-el-Kamel para predicar, abriendo así el camino al diálogo con otras religiones. De vuelta a Asís, sufriendo físicamente y entristecido por las contradicciones entre los frailes durante su ausencia, Francisco renuncia a su cargo de ministro general de la fraternidad.

El 29 de noviembre de 1223, Honorio III aprobó la Regla franciscana, sancionando así el nacimiento oficial de la Orden de Hermanos Menores. Asistido por tres compañeros, Angelo, Leo y Rufino, y ya casi ciego, Francisco se retiró en 1224 a la ermita de La Verna (l’Alverne), donde recibió los estigmas. Murió el 3 de octubre de 1226 en la Porciúncula y fue canonizado por Gregorio IX el 16 de julio de 1228.

 

Qué nos dice esta conmemoración

La vida y la espiritualidad de san Francisco nos tocan muy de cerca, porque María de la Pasión quiso injertarnos en la familia franciscana para que pudiéramos tomar de san Francisco sus virtudes más incisivas: la minoridad, la sencillez, la alegría y la fraternidad, y protegernos así del espíritu mundano y del mal.

De hecho, nuestro carisma se consolida y profundiza en la savia franciscana, impregnada de Evangelio. Francisco, contemplando a María en la humildad de la Encarnación, uniéndose al sufrimiento redentor de Cristo en el Alverna, adorando la Eucaristía con ardiente amor, viviendo el sentido eclesial de la acción apostólica animada por una intensa contemplación, nos ofrece el humus vital en el que se realiza la síntesis de los elementos que constituyen nuestro carisma.

 

Cómo rezar en este día

El transitus de San Francisco, en las distintas formas en que se celebra, nos ofrece una meditación y contemplación del espíritu de San Francisco: el amor incondicional a Cristo y a los hermanos, y nos impulsa a hacer nuestro su estilo de vida, no tanto repitiendo lo que él vivió, sino asimilando y alimentándonos de su savia de amor, humildad, minoridad y alegría.

Otra forma de rezar en la fiesta de San Francisco es dar gracias sin cesar por todo lo que Dios nos regala cada día, por la belleza de las criaturas.