La Pastoral juvenil, un despertar de las conciencias

Lukonzolwa es un pueblo del sudeste de la República Democrática del Congo, está a casi 2.450 km de la capital, Kinshasa.  Con sus montañas, su magnífico paisaje decorado con múltiples colinas. Esta parte del sureste del país posee enormes recursos naturales: cobre, oro, mercurio rojo, cobalto, laterita, pero paradójicamente sigue siendo pobre.

Tras mi primera profesión religiosa en Kinshasa, en nuestra hermosa capilla de La Gombe, el 17 de septiembre de 2021, gran día de los estigmas de San Francisco de Asís, recibí la obediencia para Lukonzolwa, que es mi primera misión.

Cuando llegué a la misión, durante los tres primeros meses, me encargué de la farmacia de nuestro centro de salud, de la pastoral juvenil y de la capellanía de jóvenes a nivel parroquial, luego de la capellanía a nivel de la diócesis en el decanato de Kilwa-Kasenga.   Poco a poco me fui integrando en los servicios que se me confiaron, y que sigo prestando con mucho gusto.

Tenemos 11 capillas que son sucursales de nuestra parroquia de Saint Antoine de Padua, así como diversos grupos y movimientos en la parroquia, como los Kiro, los legio-juniores, los scouts y un nuevo coro de jóvenes franceses. Todos los jóvenes se reúnen todos los jueves en el C.E.V., donde compartimos la Palabra de Dios, con un tema elegido, e invitamos a un orador, sacerdote o médico, para que predique o hable a los jóvenes.

Me embarqué con entusiasmo en la evangelización, recorriendo pueblos a varios kilómetros de distancia, en moto o en piragua, en las distintas capillas con los hermanos Ofm. Tanto para la pastoral, como en ocasiones especiales: Navidad para los jóvenes, Pascua para los jóvenes, Pentecostés para los jóvenes y otras actividades… Son grandes experiencias con los jóvenes, pero a veces son fuertes y también peligrosas, como nos dice la Beata María de la Pasión: «Para la misión y sus riesgos, quería que estuviéramos disponibles y fuertes en la fe». Hoy en día, la misión ha mejorado gracias a la mezcla de los residentes. Seguimos centrándonos en la sensibilización a través de diferentes métodos de enseñanza, incluida la educación de las chicas. Sin embargo, en nuestra región, la educación de las jóvenes y el matrimonio precoz constituyen un gran reto. Nos encontramos con una chica de 15 o 16 años con un bebé, su marido fuera y sus estudios en peligro. Es un problema muy común. A medida que avanzamos, nos ganamos la confianza de los jóvenes, lo que supone una apertura por su parte y una voluntad de cambiar su vida cotidiana. Organizamos diversos encuentros y retiros acompañándolos en su camino para educar y despertar sus conciencias.   De este modo, seguimos dando testimonio del carisma de las FMM viviendo nuestra razón de ser y siendo una presencia humanizadora para todos.

Elisine, fmm