VIVIR EL CARISMA DE LAS FRANCISCANAS MISIONERAS DE MARIA EN LA VIDA COTIDIANA

El carisma de las franciscanas misioneras de María es ante todo «un don de Dios». Don que fue confiado a la Beata María de la Pasión, quien le vivió primero y le transmitió después a sus hijas, que somos nosotras.

Vivir este carisma en la vida cotidiana y tratar de transmitirlo a su Instituto no fue una tarea sencilla para María de la Pasión. Lo pagó con su vida, buscando en todo y en todas partes hacer la voluntad de Dios. Yo, elegida y llamada a formar parte de esta familia religiosa que ella fundó, aprendo día a día a vivirle, dejándome ayudar por los cinco elementos indisociables del carisma que ella nos comunicó: el ofrecimiento; la adoración eucarística; la misión; el ejemplo de María y la espiritualidad franciscana. Estos cinco elementos fundamentales del carisma son armas muy eficaces en mi vida cotidiana. Me muestran el camino a seguir. Estos elementos son para mí una orientación de vida.

-Cada día, al levantarme, ofrezco mi vida al Señor, y esto continúa en la rutina diaria a través de mis éxitos y fracasos, a veces invisibles pero que sólo Dios ve. Me ofrezco a Él tal y como soy con mis altibajos aprendiendo a aceptar el ser de mi vida.

-La Celebración Eucarística prolongada por la adoración del Santísimo Sacramento y la meditación de la Palabra de Dios vivida con regularidad son el lugar donde encuentro fuerza y luz para empezar el día, sin olvidar la oración comunitaria que me reconforta en todos mis actos cotidianos. Esta experiencia práctica de cada día me lleva a decir con cierta convicción personal que la Adoración Eucarística es realmente el centro de mi vida y de mi impulso misionero.

-La misión acogida con alegría y disponibilidad, dispuesta a dejar el propio país para ir lejos al encuentro de culturas diferentes, así como a permanecer allí por las necesidades de la Iglesia y del Instituto, se ha convertido hoy para mí en una realidad a la que trato de responder con todo mi corazón, aunque a veces exija de mí un gran esfuerzo personal, no por ello dejo de cumplir la misión. Llena de esperanza, realizo mis tareas diarias en silencio con gran iniciativa y creatividad. Me gusta presentar y compartir con alegría mis descubrimientos, pero la mayoría de las veces me encuentro con malentendidos y a veces con juicios erróneos; pero éstos no me frenan. Por el contrario, los acojo con fe, esperando el tiempo de Dios. La misión es para mí un camino de conversión. No llevo a cabo esta misión en solitario, la vivo y la cumplo en el seno de una comunidad en la que no sólo somos de diferentes orígenes, sino también de diferentes culturas, caracteres y estados. Para mí, mi lema es «cumplir y desaparecer», así es mi ser. No hago la misión para que me vean o me aplaudan. Estoy disponible para servir, pero cuando a veces no hay diálogo ni verdadera comunicación, surgen malentendidos que pueden impedirme prestar ciertos servicios. A pesar de todo, el espíritu de fe acaba prevaleciendo. Y siempre me digo que la misión es un servicio, no una competición. Es mi ser FMM primero antes que el hacer. Ser y hacer bien lo que tengo que hacer con amor, dejando que otros lo perfeccionen.

-En este camino de misión, María es para mí un modelo que me estimula a avanzar sin cálculos. Ella es «el camino en el camino», dijo María de la Pasión. Para esta misión, quería que fuéramos «mujeres fuertes», no sólo físicamente sino sobre todo fuertes en la fe. Así, bajo la mirada y el ejemplo de María, llevo mi vida misionera en silencio. Renuevo esta vida cada día y la alimento con oraciones, aceptando mi pobre yo como persona llamada a crecer en Dios.

-En la sencillez franciscana y lejos de los pequeños desalientos que puedan surgir, vivo mi vida de FMM con alegría y humildad, aceptando siempre con fe mi pobreza que forma parte de mí. Trato de vivir sencillamente con lo necesario y lo que está a mi alcance, pensando cada día en los pobres que duermen a la intemperie en el frío pidiendo el pan de cada día. Al atardecer de mi día, antes de ir a dormir, hago un examen de conciencia sobre la experiencia de estas fuerzas, y doy gracias a Dios por lo que ha sido. Le pido perdón por lo que no ha sido según su voluntad, y luego siempre escribo en un rincón de mi cuaderno personal mi propósito.

Para mí, el carisma está siempre presente, y nadie me puede quitar el convencimiento de tenerle.  Intento, día a día, corresponder al espíritu de María de la Pasión a través de estos cinco elementos que se viven en comunidad fraterna a pesar de nuestra diversidad cultural. Por eso estoy muy apegada a mi vida de oración personal antes de cualquier otra actividad.

MEDA CECILE BONIBERE FMM