La gratuidad del Señor

La vida es un don gratuito de Dios por amor, igualmente la llamada de Cristo es una llamada grtuita y sin condiciones: Es Él quien toma la iniciativa de llamar.

La llamada de Dios comenzó para mí, por una pregunta sobre el sentido de la vida. En aquel momento sentia algo muy fuerte hacia el Señor; he querido vivir un amor de Cristo  más ancho que el de la familia y dar mi vida por Él, como Él me ha dado la suya.

Es el Señor el que me ha conducido y me ha mostrado el camino gracias a su Palabra, la del evangelio de San Mateo capítulo 10: ”Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”

Un día, participaba en una celebración de votos perpétuos en casa de los hermanos Franciscanos y ¡Era el mismo evangelio! Cuando pronunciaron la formula de votos me dije: “¡ Esto es lo que quiero vivir”! Y comencé seriamente a pensar en la vida consagrada.

Antes de entrar hice varias experiencias con las FMM y cada vez me he sentido como en mi casa; lo que me atraia era la internacionalidad, el espíritu de fraternidad, de simplicidad, de alegría.

La unidad de nuestro carisma me ayuda a vivir mi vida consagrada, sobre todo la ofrenda de mi misma cada día, viviendo en comunidad internacional: es algo muy rico, pero al mismo tiempo  no es fácil. Es en la contemplación de la Eucaristia y la presencia  de Jesús en la Hostia donde encuentro la fuerza interior que es mayor que yo; la gracia del Señor me ayuda a vivir esta ofrenda.

Vivo la ofrenda de mi vida en la disponibilidad al envio para la misión universal. En cada pais en el que he estado he descubierto la belleza del Señor en su creación, la riqueza de cada país y he sido consciente de que cada persona ha sido creada a su imagen. En la misión universal he aprendido el respeto y la acogida del otro, del diferente,

En fin, nuestro carisma me ayuda a crecer en la fe y fortifica mi relación con el Señor. Ser religiosa es un camino de amor por Cristo y por los otros; ¡Tambien es un camino de fe!

¡Alabado seas, Señor, por tu amor infinito y tu presencia contínua!

Hermana Manal Saad, fmm