Misionera «para» y «con» los demás…

Cada misión es una historia personal, vivida para y con los demás, a fin de poder dar a luz a Dios: al amor en el corazón del hombre, que es capaz de acogerlo y amarlo a su vez.

A los 30 años, tenía ya  un «bagaje» y, por tanto, algo que «dar» en la misión: mis estudios, mi experiencia en la enseñanza y en los movimientos juveniles, mi convicción era que podía dar mucho. Esta convicción de «dar mucho» fue cambiando poco a poco. La persona a la que fui enviada era «otra» y el deseo de encontrarla en su propia identidad habitaba en mí.

Tras 5 años de educación secundaria en Sandoa, un gran centro del suroeste del Congo, me enviaron a Likasi (Jadothville) para una fundación de cuatro hermanas. Tres de ellas comenzaban su servicio en el hospital de la Sociedad de los Ferrocarriles. Me involucré en el equipo pastoral de una parte del decanato perteneciente a la diócesis de Lubumbashi.  Muy pronto, frecuentando los  lugares y asociando  laicos a mi proyecto, creé una «Escuela de Vida» para las jóvenes que no habían asistido a la escuela y que se embarcaban en la vida adulta sin ninguna preparación. Además, la formación de los catequistas (padres y madres) requiere una atención especial y un compromiso de tiempo según un programa establecido por la diócesis. El trabajo me pareció enorme pero muy necesario.

A lo largo de esta nueva etapa, sentí con fuerza el desconocimiento de una de las lenguas locales, el kiswahili. El estudio de esta lengua se me imponía. Me mudé para vivir en otra congregación de hermanas del país, durante seis meses. Muchos de los niños que encontré en la calle durante mis paseos eran excelentes maestros que no temían corregirme.

Esta experiencia de querer aprender y el deseo de irme abriendo camino hacia mi misión, hizo nacer en mí una nueva convicción: el «yo» dio paso a un espacio donde se generó el «nosotros» en un marco de proximidad, inter-conocimiento y colaboración. Fue entonces cuando se me hizo verdaderamente concreto el artículo 39 de nuestras Constituciones:  «Queremos ir a todos, dispuestas a aprender y a recibir, tanto  como a dar».

Enriquecida por lo que pude experimentar en la cultura africana y con el deseo de mantener una cierta vitalidad física y misionera, elegí  por poner fin a esta misión en África, pero opté por darla continuidad en mi país de origen. Lo que me atrae hoy en día es ir a conocer cada semana a las personas que acuden a los centros de acogida en busca de apoyo o ayuda material.  Hay muchas culturas en nuestra ciudad de Amberes (Bélgica) y muchas personas que saben dar color a la vida cotidiana con su alegría de vivir, su resistencia y su esfuerzo por construir un futuro mejor.

Hermana Paula Wijnants, fmm
Provincia: Francia- BNF