Missionary Life: Memories & Service

¡Qué rico recorrido! Cuando miro hacia atrás, descubro que el Señor me ha bendecido. Me envió como misionera al Congo Brazzaville, luego a Túnez y Argelia, a Roma, a París, ¡y de nuevo a Roma! En todas partes conocí a personas muy amables a quienes amé, que me amaron, a quienes ayudé y quienes me ayudaron. Encuentros, rostros, experiencias compartidas. Oraciones, cantos, celebraciones. Creaciones, iniciativas, reuniones. Preocupaciones, inquietudes, sufrimientos. La vida, la misión, están hechas de todo esto.

En Congo Brazza, encontré otra cultura, diferentes idiomas, diferentes valores. La hospitalidad, el sistema de grupos étnicos, tribus, la importancia de la familia… Al principio, tuve la alegría de enseñar en una escuela vocacional, luego fue la prueba de la nacionalización y el traslado a áreas rurales. Allí, una historia completamente diferente: visitas a familias, leprosos, trabajo parroquial.

En Túnez y Argelia, fue el descubrimiento de una religión diferente, fuerte y predominante. Una fe que marca toda la vida, la forma de comportarse y relacionarse. Una vez más, las escuelas fueron nacionalizadas… tuvimos que aceptar que el gobierno se hiciera cargo de nuestro lugar…

En Roma, la primera vez, conocí más de cerca la familia franciscana, las diferentes órdenes franciscanas, la Tercera Orden Regular y la Fraternidad Franciscana Seglar. Junto con otra hermana, organizamos la familia franciscana en las Naciones Unidas y sensibilizamos sobre los valores de justicia, paz y protección de la creación.

En París, fue una misión gerencial, «management» como lo llaman hoy en día. Un edificio de 10 pisos con una residencia de estudiantes, una cafetería autoservicio, grupos para capacitación, reuniones, asambleas. Con otras dos hermanas, gestionamos horarios, recepción, resolvimos solicitudes y problemas.

Actualmente, estoy en un servicio de la Iglesia, en el Dicasterio para la Vida Consagrada. ¿Para qué? Como digo a menudo: intento hacer más felices a los padres, hermanas y hermanos, permitiéndoles lo que desean y que puede pacificarlos. Nuevas constituciones como la Iglesia demanda, vender una casa porque los miembros disminuyen, la falta de comunidad para cuidar a padres enfermos o ancianos, exclaustro para estudiar vocación, dejar la congregación porque la respuesta al llamado ha cambiado. Recibimos solicitudes y respondemos a ellas… lo mejor que podemos. El servicio cuenta con unas cuarenta personas, sacerdotes, religiosas, laicos, bajo la dirección de un cardenal y un obispo.

Cada momento vivido es un regalo del Señor, ¡evitemos desperdiciarlo!
Cada encuentro es una oportunidad para crecer, ¡no nos quedemos atrás!
Cada sonrisa es un pedacito de paraíso, ¡no perdamos la cita!

Y sobre todo, ¡cada servicio misionero es una respuesta al Evangelio y a Cristo!

Jacqueline Millet, fmm